31/8/16

He's been inside, now I'm full of him: Reseña de TRST, de Trust

Portada de TRST, Trust, 2012
Recientemente vi en facebook una publicación tan poco informativa como prometedora, un vídeo de pocos segundos subido por la cuenta de TR/ST (banda anteriormente conocida como Trust) en el que se pueden ver lo que parecen ser los cables de un sintetizador, se escucha música electrónica y se lee el siguiente mensaje: LP3. No es mucho, pero dirigido a un público concreto, es suficiente para despertar una serie de expectativas e incluso, por qué no decirlo, para alegrarle a uno el día.


22/8/16

Cloroformo: Reseña de Amnesty (I), de Crystal Castles

Portada de Amnesty (I), Crystal Castles, 2016.
¿Qué queda del punk en 2016? ¿Qué queda del rock? ¿Qué sentido tiene la rebeldía en un mundo masivo donde todo, absolutamente todo, es tan revolucionario como banal y anodino? Donde todo el mundo puede decir cualquier cosa, pues las palabras no sirven para nada; donde, con mover la ruedecilla del ratón, puedes pasar de ver la fotografía de una magdalena de colorines a la de un niño calcinado que ya no tiene fuerzas ni para llorar;  puedes darle like a la magdalena, o al niño, o a las dos cosas, qué coño, y salir a la puta calle a comprarte un smöoy, quejarte (siempre en facebook, o en twitter, claro) de qué mal está el mundo, que las elecciones son en navidad, joder, qué putada, y a cazar pokémon, que es lo que está de moda, a follarse a una entre cinco, joder, qué envidia, qué pasada, qué puta pasada. Yo no he vivido el punk, yo nací en los noventa, y en el mundo en que he crecido no hay cabida para el punk, no hay gritos lo suficientemente fuertes como para ser escuchados, ni siquiera hay interés en oírlos, ese no-futuro que predicaban los Sex Pistols ya ha llegado, ¿y ahora qué? ¿Qué podemos conseguir con las palabras? ¿Un millón de likes? ¿Un millón de likes para cambiar el mundo?

18/8/16

There are no accidents: Reseña de Carol, de Todd Haynes

Imagen extraída de Carol, Todd Haynes, 2016.
Esta no es una película gay. No, al menos no es esa la interpretación que yo le doy al terminarla, no es una película sobre lo injusta que era la sociedad americana en los años cincuenta contra el colectivo homosexual, no es una pieza de activismo LGTB, o por lo menos, no es eso a lo único a lo que se reduce esta obra de arte. Si eres hombre, si eres mujer, sea cual sea tu orientación sexual (si es que podemos hablar de eso), Carol es una película que te conmoverá, es probable incluso que te sientas identificado con alguna de las muchas problemáticas sentimentales que se plantean, porque al final, el amor y sus demonios, eso es algo que nos toca a todos. Y lo más doloroso es que es tan fortuito, y tan potente… Como canta Michael Stipe, ‘Everybody hurts sometimes’ (todo el mundo hiere a veces). No es culpa de nadie.

6/8/16

Pour la beauté du geste: Reseña de Holy Motors, de Léos Carax

Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013.
Anoche volví a ver, tras un par de años que hace que la descubrí, una de las películas francesas más extrañas que he visto en su cine reciente, la metapelícula Holy motors. Si me preguntaran por su trama, diría que es una película sobre la propia película, una película cuya justificación radica en su existencia, circular, absurda e infinitamente compleja. Parece simple, y puede resultar tediosa en el momento en el que pillas la mecánica, cuando descubres cómo funciona ese motor sagrado que hace que todo avance, pero esta mecánica supuestamente simple no es más que una ilusión, un truco, como diría Jep Gambardella, detrás se esconden miles de capas, que a lo mejor están ahí intrínsecamente, o a lo mejor solo están para el ojo del espectador. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tiene actuar cuando ya nadie está mirando?

4/8/16

RAÍCES: domingo de poesía en la Algameca Chica

Cartel promocional de RAÍCES, obra de Ginés López Montalbán.
Ya es domingo. Hoy decido descansar la mente, tirarme a la ría y nadar, el sol y la tierra me agotan. Ha sido un fin de semana denso, y este cuerpo (que ya no es casi) necesita flotar sobre el agua, hundirse en ella, perder de vista el cielo y sentir que la carne no es tanta carga, que se puede respirar bajo el cielo, aunque pese. Sentir que el azul no solo me habita a mí, secándose, como un charco en el desierto, sentir que el azul me rodea y me acuna. Tirado sobre el agua, no escuchar el ruido de los coches, ni la música hortera que algunos llevan a todo volumen en el móvil o en la radio, solamente el rumor del agua, el sonido de las chicharras, las voces de los niños, el hilo de las cañas de pescar… Solo eso y nada más.