Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013. |
Anoche
volví a ver, tras un par de años que hace que la descubrí, una de las películas
francesas más extrañas que he visto en su cine reciente, la metapelícula Holy motors. Si me preguntaran por su
trama, diría que es una película sobre la propia película, una película cuya
justificación radica en su existencia, circular, absurda e infinitamente
compleja. Parece simple, y puede resultar tediosa en el momento en el que
pillas la mecánica, cuando descubres cómo funciona ese motor sagrado que hace
que todo avance, pero esta mecánica supuestamente simple no es más que una
ilusión, un truco, como diría Jep Gambardella, detrás se esconden miles de
capas, que a lo mejor están ahí intrínsecamente, o a lo mejor solo están para
el ojo del espectador. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tiene actuar cuando ya
nadie está mirando?
Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013. |
Para
quien no sepa nada de esta película, haré un esbozo de sinopsis: Monsieur Oscar es un actor que trabaja
para un público invisible. En su día a día, viaja montado en una limusina de un
lado a otro de París para realizar las representaciones teatrales más variadas
que podamos imaginar, desde una escena dramática en una habitación de hotel,
donde nadie puede ver a los actores salvo ellos mismos, hasta una
personificación de una anciana indigente en una calle concurrida de París. Las
actuaciones no parecen motivadas por nada salvo el azar, llegando a darse
circunstancias tan rocambolescas como la del lunático del traje verde que se pasea
por un cementerio (en cuyas lápidas puede leerse visita mi página web) comiendo flores y dinero y, tras arrancarle
los dedos de un mordisco a la asistenta de un fotógrafo de moda, rapta a la modelo
y se la lleva a una cueva bajo tierra. Lo esperpéntico de ciertas situaciones,
y la banal normalidad de otras, nos hará plantearnos si realmente alguna de las
personas que vemos en pantalla no es un actor, si cabe la posibilidad de una
vida fuera de la mímesis.
Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013. |
Entre
todas estas escenas, hay una de especial importancia, sin la cual creo que la
película perdería gran parte de su fortaleza conceptual para diluirse en un caprichoso
ejercicio estético. Hablo de aquella en la que un hombre, de nombre
desconocido, uno de los que mueven los hilos, llamémosle Dios, le pregunta a monsieur Oscar qué es lo que le ocurre,
por qué parece decaído. Él contesta que le cuesta actuar si ya no ve las
cámaras, a lo que Dios responde que, si ya no ve las cámaras, qué le lleva a
seguir actuando: la respuesta de Oscar es ‘por lo mismo por lo que empecé: por
la belleza del acto’.
Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013. |
Oscar
se mueve en su limusina sereno, sumiéndose cada vez más en un delirio vital
insoportable, incapaz de comer, bebiendo y fumando como un cosaco entre
actuación y actuación, lamentando la vida y celebrando con pesadumbre la
muerte. ‘A veces, morir una vez al día no es suficiente’. Nunca se pregunta por
qué debe vivir tomando prestadas otras vidas, introduciéndose bajo las pieles
de infinitos personajes, por qué tiene que vivir como le manden los otros, y no
puede ser, simplemente, él mismo. Entiende que, haga lo que haga, su vida será
una actuación, y siendo esto así, prefiere interpretar hermosos papeles, con
profesionalidad, aunque no haya nadie mirando. Quizás no exista eso que
llamamos personalidad, quizás todo lo que somos desaparezca cuando no tengamos
a nadie a nuestro alrededor.
'¿Tienes miedo de perder tu identidad si los demás te abandonan?', imagen extraída de Neon Genesis Evangelion, Hideaki Anno, 1995. |
Así,
creo que esta puede ser vista tanto como una película sobre el propio cine,
como también como una película sobre la existencia humana. Las actuaciones de
Oscar pasan por una variedad de géneros inabarcable, desde la pornografía
digital hasta el cine negro pasando por el melodrama, el drama social, la vanguardia,
etc. Sin embargo, nadie mira. Al iniciar la película, vemos cómo, en una enorme
sala de cine, todos los asistentes mantienen los ojos cerrados ante la
pantalla. ¿Qué sentido tiene una existencia así? ¿Cuál es el futuro del cine?
Ya apenas tenemos la capacidad de mantener la atención en una pantalla durante
más de cuatro minutos (de un libro ya ni hablemos), lo queremos todo ahora, ya,
y en seguida nos cansamos y queremos algo nuevo, más, ahora, de inmediato, y a
por otra cosa, es una nueva forma de cultura basada en el capitalismo económico
en la que no hay hueco para los tiempos lentos, ni para la reflexión ni para la
recreación artística, solo caben youtubers
y tiras cómicas de 9gag, una cultura
con el acelerador pisado que, tarde o temprano, tendrá que estrellarse y
desaparecer. Monsieur Oscar lo
soporta a duras penas. Otros no. Y las limusinas, el motor del mundo y de este
sistema cinematográfico que ya casi no se sostiene a sí mismo, se lamentan, en
la cochera, ante la inminencia de su muerte.
Imagen extraída de Holy Motors, Léos Carax, 2013. |
En
fin, esta no es una película normal, en numerosas escenas puede hacerse algo
lenta y caprichosa, pero en su conjunto, creo que es una muy buena excusa para
iniciar una reflexión sobre la sociedad en la que vivimos, quiénes somos y
hacia dónde nos dirigimos por el camino que estamos recorriendo. Yo la
recomiendo cien por cien.
Os dejo para despedirme este tema maravilloso de Gerard Manset, parte de la banda sonora de Holy Motors, así como el tráiler de la película. ¡Hasta otra!
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