Portada de Panal, Camila Moreno, 2012. |
Panal es un rito chamánico. Es
también muchas otras cosas, pero sobre todo es eso. El disco se abre con un
sacrificio, se incendia el cuerpo para liberar el alma. Se inicia con un final
que es un principio, un renacer, una experiencia mística, y de esa muerte
física nace el arte o la liberación, tal y como constata el estribillo: Incendié mi voz, florecí en el barro.
Este inicio explosivo asienta las bases de lo que va a ser el resto del disco:
percusiones tribales, guerreras, selváticas, guitarras y coros nacidos de una
naturaleza viva y salvaje, explosión de color, renacer del ave fénix. Es un rito
chamánico, sí, un reencontrarse; pero también es un grito de denuncia. La
naturaleza oculta de las cosas, todo aquello que callamos, que aplastamos, que
destruimos, resurge en este disco y pide recuperar su lugar; lo feo, lo animal,
lo anárquico, todo ello reivindica en estas canciones su necesidad de existir
por encima de leyes y mandatos, de horarios y rutinas, de ladrillos y cementos.
Camila se convierte en bruja e invoca en sus canciones a todo aquello que haya
cedido ante las leyes del hombre, conjura el levantamiento de toda la naturaleza,
porque comprende que sin ella estamos perdidos, sin raíces, el árbol muere.