Portada de Mutant, Arca, 2015. |
Cristal es la primera palabra que me
viene a la mente al escuchar la música de Arca. Comienza a sonar su música y es
como observar una pista de patinaje sobre hielo sin ningún patinador. Un cámara
invisible guía nuestra mirada y se coloca sobre el hielo, observando todas sus
marcas y cicatrices, la herida de la vida que pasa marcando el cuerpo, su
extraño dibujo. Pero también intuimos la esencia, la geometría perfecta que
subyace en un nivel más profundo, la estructura cristalina invisible a los ojos
que sustenta el cuerpo, la sustancia, la base, las vísceras, los tejidos, lo
orgánico. El cristal es transparente y frágil, es fácil ver sus entrañas y hacerlo
añicos, y al romperlo, le damos vida un instante, sometemos la eternidad a la
ley del tiempo. Al romper el cristal, corta como un cuchillo. El cristal es
vulnerable e hiriente. Su equilibrio se basa en la tensión, y cada ruptura es una
detonación caótica. El cristal es frío, y su voluntad, inexistente. El cristal
es el cuerpo. Y el disco, la vida.