Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
Qué
difícil es hablar de un biopic. Las
películas biográficas constituyen, probablemente, uno de los géneros
cinematográficos más cuestionables. No son documentales, pero tratan de
reflejar la biografía de una persona. No son del todo ficción, pero trabajan
con actores y guiones originales. Al final, el problema al que nos enfrentamos
con los biopics es el de siempre, la
cuestión de hasta qué punto podemos llegar a conocer a una persona, hasta qué
punto podemos reducir una personalidad humana a una simple sucesión de eventos
ordenados cronológicamente, suprimir todas sus caras y dejar solamente una a la
vista. El propio escritor, cuando escribe sobre sí mismo, se mutila, y deja ver
solamente una parte de su ser, miente, perfila verdades, esconde secretos.
Mucho más cuando el encargado de escribir la biografía es una persona externa
al biografiado. Y más aún cuando se trata de una producción cinematográfica, la
biografiada lleva cincuenta años muerta y se tienen que contratar actores para
poder recrear su vida en la gran pantalla. Dicho todo esto, no creo que podamos
llegar a conocer nunca quién fue Violeta Parra. Pero nos queda su obra. Y esta
película de Andrés Wood lo que consigue es, precisamente, mantener vivo su
legado.
Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
Violeta se fue a
los cielos es
una película sobre la Violeta artista, sobre su música, sus tapices, sus
cuadros, sus poemas. Es una aproximación a cómo pudo ser la mente artista que
dio a luz una producción tan hermosa y tan variada. Cómo pudo vivir esta mente,
cómo pudo amar, cómo sintió el mundo que la rodeaba, qué visión tenía de lo que
hacía. Es una interpretación, y como tal, puede estar equivocada, pero a mi
juicio creo que no debe de ir muy desencaminada. Se presenta a Violeta como una
mujer enfermamente enamorada. Y empleo este término para referirme tanto al
amor por el arte como al amor por un hombre.
Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
Sin
ninguna formación académica, hija de artistas, Violeta aprende desde pequeña a
tocar la guitarra y a cantar, y siente que el arte es la única vía posible para
expresar todo aquello que siente, para celebrar la alegría y canalizar la
tristeza. Da igual que se trate de una canción, un poema o una pintura, para
ella todo es lo mismo, una expresión material de su alma y del alma de todo
cuanto la rodea, de su pueblo y de su gente, de la naturaleza que ve y que
pisa, de su Chile. Esta visión del arte la lleva a revalorizar el folklore
chileno e iniciar una labor recopiladora de la música popular de su país, pues
siente que ese es el reflejo del alma de la nación, si es que eso existe, y que
por tanto, es un tesoro que debe ser bien custodiado, que no debe caer en el
olvido. Ese deseo de mostrar al mundo todo lo que siente que merece la pena ser
sentido, tanto sus propias creaciones como las que ella recoge de la música
popular, hace de ella una mujer ambiciosa y, hasta cierto punto, narcisista. Su
ambición la llevará a cantar en Polonia y a exponer su obra visual en el
Louvre, pero su narcisismo la llevará a resentirse ante un público que no sabe
entenderla o no quiere escucharla; a menospreciar el trabajo de los demás
artistas; a pelearse con el hombre del que está enamorada; y en definitiva, a
luchar batallas imposibles que solo pueden causarle dolor. Por eso está
enfermamente enamorada del arte: es su fuerza y, al mismo tiempo, su debilidad,
una de sus mayores fuentes de sufrimiento. La otra es Gilbert.
Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
Gilbert
Favre tiene un perfil psicológico similar al de Violeta: enamorado del arte
popular de Chile, lleno de ambición, desea prosperar como artista y enseñar al
mundo sus creaciones. Por eso la relación entre ambos está condenada al
fracaso. No hay suficiente espacio para dos egos tan monumentales como los de
Gilbert y Violeta en una relación. El problema es que Violeta se enamora
enfermamente de él. Este es el segundo bloque temático de la película, cómo el
amor que siente Violeta por Gilbert la consume hasta el extremo, cómo para ella
llega un momento en el que no hay nada más en la vida, cómo es capaz de
humillarse suplicando volver con él, porque es incapaz de ver otra vida
posible, otra manera de continuar con su camino. Ese amor la llevará tanto a
sentir la dicha más grande como a vivir en el mayor de los infiernos. Y esto lo
veremos, sobre todo, a través de su música. Concretamente, a través de 'Volver
a los diecisiete', como elogio supremo del amor, y 'El gavilán', como lamento
desgarrado de despecho. Y esto nos lleva a hablar de las canciones.
Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
La
música es uno de los puntos más fuertes de la película. Si bien es cierto que
todas las canciones que aparecen son versiones interpretadas por Francisca
Gavilán, que en toda la película no oiremos la voz de Violeta, esto parece un
sacrificio necesario para mantener la coherencia estética, y dentro del hecho
de que se trata efectivamente de un sacrificio, creo que solventa exitosamente
ese problema: la caracterización de Francisca Gavilán como Violeta Parra es
asombrosa, y sus canciones, respetuosas hacia las originales. Y la música se
inserta en la narración de un modo extraordinario, ilustrando cada momento de
su vida y enriqueciendo nuestra percepción tanto de la música como de la
biografía en una perfecta simbiosis. Así, sería importante destacar la
interpretación de 'Arriba quemando el sol' frente al grupo de mineros; 'Qué
pena siente el alma' sobre las imágenes de su padre destruyéndolo todo,
enfurecido y borracho; 'El rin del angelito' tras la anunciación de la muerte
de su bebé; 'Volver a los diecisiete' cantada frente a un grupo de
aristócratas, por un lado, y frente al pueblo en su carpa, por otro; o 'El
gavilán', en el tramo final de la película, con las imágenes de la gallina
siendo desgarrada por la rapaz. Las canciones, ya de por sí potentes en sí
mismas, se cargan aún más de simbolismo al acompañar estas escenas, y al mismo
tiempo, las escenas se humanizan y nuestra empatía hacia ellas se potencia por
medio de la música.
Otro
de los puntos fuertes de la película es su montaje, su tratamiento temporal.
Andrés Wood renuncia en Violeta se fue a
los cielos a contarnos una historia cronológicamente lineal de la vida de
Violeta Parra, no le interesa tanto la exactitud biográfica y temporal como la
conexión emocional entre las distintas escenas y con el espectador. Así, se
pueden suceder escenas de la infancia y madurez de la vida de Violeta de un
modo aparentemente inconexo, pero siempre siguiendo un hilo emocional definido,
dando así una visión circular, eterna, del tiempo y de la vida (el final de la
película cierra el círculo).
Imagen extraída de Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood, 2011. |
Sin
embargo, si yo tuviera que ponerle una pega a la película, esa sería la levedad
con que se trata la faceta más socialmente reivindicativa de Violeta, más aún
si lo contraponemos a la profundización que se hace del tema de su amor con
Gilbert. Quitando la escena de los mineros y alguna mención al comunismo, se
pasa de puntillas por este tema, cosa que me parece bastante grave, cuando
Violeta Parra es precisamente una de las figuras más importantes, no solo del
folklore chileno, sino también de la canción protesta (tiene en su repertorio,
además de ese 'Arriba quemando el sol', temas contra el racismo como
'Casamiento de negros', con ese humor mordaz que la caracteriza; sobre el
injusto tratamiento hacia los indígenas en 'Arauco tiene una pena'; sobre el
injusto reparto de riquezas, que solo genera miseria, y cómo los pobres se
amparan en la religión como si efectivamente se tratase del opio del pueblo, en
'Porque los pobres no tienen'; sobre la opresión policial contra las
manifestaciones en 'La carta'; etc.). Entiendo que quizás no es del todo
necesario focalizar el hilo narrativo en esta faceta suya, pues incluso cuando
se dedica a recoger temas del folklore chileno y a construir una carpa para
llevarle el arte al pueblo, se está dejando clara cuál es su posición política.
Pero aún así creo que no habría estado mal incidir un poco más en ello.
En
fin, no me extenderé ya más: Violeta se
fue a los cielos es un más que digno biopic
sobre la vida de una de las, para mí, artistas más interesantes que ha habido
en lengua castellana, una visión honesta y respetuosa del personaje como
artista, como amante, como mujer y, en última instancia, como ser humano. Para
quien ya conozca su obra, le recomiendo la película, aunque solo sea por su
valor cinematográfico (también porque, en mi opinión, el visionado de la
película engrandece la escucha de su obra); y para quien no la conozca, también
se la recomiendo porque es un buen modo de descubrirla.
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