4/2/17

Paint tomorrow blue: Elliott Smith y la felicidad

Elliott Smith fotografiado por Autumn de Wilde.
Asistía anoche a la presentación de Un fotógrafo ciego, el nuevo poemario del escritor cartagenero Juan De Dios García; y una de las ideas que se plantearon en dicho acto se quedó dando vueltas en mi cabeza durante toda la noche: la idea de un nihilismo constructivo. Tal y como yo lo entendí, el nihilismo constructivo sería una forma optimista de ver la existencia humana tras la aceptación de la ausencia de un sentido que la sustente (un dios), una visión vitalista basada en el amor al hombre y la aceptación de la realidad inmediata. Esto se desarrollaría en el libro mediante dos pilares, el mito de Sísifo visto desde una óptica optimista ('Hay que imaginar a Sísifo feliz', que decía Camus en El mito de Sísifo), y el fotógrafo ciego, Evgen Bavcar, que desarrolla su labor artística sin aspirar a poder verla jamás (y sin lamentarse por ello). En fin, saco todo esto a colación ahora porque últimamente he estado pensando en Elliott Smith, uno de los músicos más talentosos que he tenido el placer de escuchar, y cuya visión de la existencia, ampliamente desarrollada en sus canciones, se definiría como la opuesta a la que propone Juan De Dios: Elliott Smith vivió en un nihilismo destructivo.

El gráfico de Lisa.
Dice Lisa Simpson (sí) que la inteligencia es inversamente proporcional a la felicidad. No sé si será cierto, probablemente no del todo, pero tiene su base de verdad esa afirmación: más inteligencia permite percatarse de más, comprender el mundo más allá de fantasías y supersticiones, y ante un mundo que se va al garete, donde valores como la solidaridad y la empatía brillan por su ausencia, parece difícil soportar el sufrimiento (aunque quizás haya una salida). Elliott Smith tenía un don para la composición musical. Tan solo basta escuchar la progresión de acordes de "Christian brothers", tema incluido en uno de sus primeros discos, para percatarse de ello: con un equipo musical totalmente rudimentario, es capaz de construir un sonido único, cargado de emoción, infinitamente mejor que otras producciones con muchísimo más presupuesto. Sentía pasión por la música, y en ella encontraba la vía para expresar su sufrimiento existencial: el desencanto ante la imposibilidad de establecer felizmente relaciones amorosas, que siempre acaban mal; el desencanto ante un sistema capitalista que destruye al individuo, mercantilizándolo todo; el desencanto ante la imposibilidad de escapar de una realidad desagradable a través de las drogas, creando una mentira; el desencanto ante sus propios errores y defectos, ante su fealdad, ante el problema mismo de su tristeza, que se vuelve espiral; y también el desencanto ante el propio sentido de su existencia como artista, se ve a sí mismo como un vendedor de miseria, como una persona que se lucra comercializando su tristeza, y esto le hace despreciarse a sí mismo.
Elliott Smith tocando el piano.
Teniendo en cuenta esta carga inmensa de pesimismo, creo que no sería descabellado decir que a Elliott la música fue lo que le salvó la vida, hasta que no fue suficiente. Escuchando sus canciones, llenas de belleza, tan tristes en sus letras pero tan hermosas en su forma, uno no puede dejar de pensar que Elliott, cuando compone, es feliz. Que la posibilidad de expresar sus sentimientos de una forma tan sublime, de transmitir una parte de su carga al oyente y además poder hacerlo de una forma tan dulce, eso es lo que le impulsa a componer. En un mundo donde la ética se halla totalmente pervertida, Elliott Smith encuentra una salida en la dimensión estética de la existencia. Y ahí es donde reside el valor de sus discos: la transformación del dolor en arte.
Elliott Smith, Either/Or, 1997.
Either/Or, el disco con el que saltó a la fama, y cuyo título procede de una obra de Søren Kierkegaard que habla precisamente sobre las dos dimensiones de la existencia, la ética y la estética, supone la culminación de su primera etapa. En él se desarrolla un folk/pop minimalista, canciones sustentadas únicamente por una guitarra, una batería y la voz, poco más, cuya fuerza recae sobre todo en la melodía. Con los recursos justos, logra firmar algunas de las mejores baladas de los últimos tiempos, como "No name Nº 5" o, más especialmente, "Between the bars", en cuya letra juega con las ambigüedades para construir un yo poético que bien podría ser una mujer o bien la personificación del alcohol, que se dirige al propio Elliott en una suerte de diálogo consigo mismo para pedirle que huyan juntos de todo aquello que le atormente, de manera que se establece un paralelismo entre las drogas y el amor y se plantean ambos como vías autodestructivas para escapar del dolor de la realidad. Either/Or es un disco hiperbreve, no dura mucho más de media hora, que concentra en su extensión un material único, mimado hasta el último detalle, que solo podría ser obra de alguien que pusiera toda su alma en lo que hace.
Elliott Smith, XO, 1998.
Tras Either/Or llegaría Good Will Hunting, la película de Gus Van Sant en cuya banda sonora Elliott participó con un tema, Miss Misery, que le llevaría a actuar en la gala de los Oscar de ese año. Ni que decir tiene que juntar a Elliott Smith con una gala de esa envergadura es algo así como meter una pastilla de mentos en una botella de coca-cola. Porque escuchando sus canciones, es difícil creer que alguien como él pudiera perseguir la fama. Que alguien como él pudiera soportarla. No me detendré mucho más en esto, escribí un poema sobre este tema que podéis leer aquí. Sin embargo, es interesante mencionarlo, porque este salto es el que le permitiría firmar un contrato con DreamWorks y producir XO, el disco que sucedería a Either/Or y donde encontramos un sonido mucho más elaborado. Aquí hay arreglos orquestales, hemos salido del sótano de Portland para entrar en un verdadero estudio de grabación, y este cambio permite que el lenguaje musical de Elliott se enriquezca enormemente. Hay grandes composiciones aquí, pero quisiera fijar mi vista ahora en dos que parece que han pasado más o menos desapercibidas para el canon de su producción y que a mí siempre me han parecido fascinantes. Una de ellas sería "Waltz #1" (siempre se menciona el #2). La producción de este tema es única entre todo lo que ha escrito Elliott Smith, el piano, la guitarra, la sección de cuerda y los coros dialogan de un modo mágico, tremendamente evocador; es casi como contemplar un cuadro de un paisaje nevado. La otra sería "I didn't understand". El único instrumento que guía este tema es la voz de Elliott. Un fondo de voces superpuestas construye el coro sobre el que se apoya la voz principal para construir una canción fascinante. Es la primera vez que Elliott hizo esto, y creo que también la última, y es especialmente interesante porque este tema a capela da cuenta de su habilidad para componer arreglos corales, y si tras haber escuchado esta canción se fija uno más en este aspecto del resto de sus canciones, se dará cuenta de que es una constante en toda su discografía a partir de XO, como veremos a continuación.
Elliott Smith, Figure 8, 2000.
Tras XO llegaría Figure 8, donde el lenguaje de Elliott sigue refinándose, puliéndose. Es uno de sus discos más largos junto con From a basement on the hill, probablemente sea también el disco en el que la huella de The beatles sea más evidente, y también uno de los más alegres en cuanto a su instrumentación (no en cuanto a su lírica). Con respecto a lo que decía antes de su dominio de los coros, tendríamos aquí temas como "In the lost and found (Honky Bach) / The roost", "Stupidity tries", "Easy way out", "Happiness / The gondola man" y, especialmente, "Pretty Mary K", en los que la multiplicación de voces en diferentes tonalidades aporta una emotividad caleidoscópica a la música. Es "Pretty Mary K" además uno de los mejores y más intrigantes temas del disco, donde se repiten algunas de las imágenes bélicas que aparecen a lo largo de Figure 8, quizás como símbolo de la lucha de la especie humana (Elliott Smith situándose como observador externo de la miseria humana que le rodea, sufriendo con horror todas estas imágenes, como quien ve las noticias en televisión), creando un clima de desesperación, un soldado herido llama a gritos a su amada, pero nadie la ha visto. Nos encontramos en Figure 8 un Elliott más psicodélico, quizás más comprometido, pero sobre todo, maestro de un sonido complejo y refinado. Demuestra aquí su sensibilidad y su valía, no solo como el tipo triste que tocaba la guitarra en Either/Or, sino como un maestro compositor e intérprete capaz de crear progresiones melódicas bastante impresionantes a partir de una sencilla línea de piano repetida hasta la saciedad a la que se le van añadiendo otras capas de sonido (la increíble "Everything means nothing to me" y su tramo final); capaz de aportar a la batería una nueva dimensión significativa, mucho más emocional que en cualquier canción compuesta por él hasta entonces (estoy hablando aquí del tramo final de "Can't make a sound", canción en la que la tensión va in crescendo hasta llegar al clímax final, inigualable, uno de los mejores momentos de su carrera); en fin, sobre todo es un Elliott que habla en música, que hace que cualquier sonido suene tan natural y espontáneo como si nos estuviera hablando desde el corazón, como si a través de la música pudiera mostrarnos lo que las palabras nos ocultan, su amor a la vida. Cuanto más escucho este disco, más convencido estoy de que mientras hacía música era feliz.
Elliott Smith, From a basement on the hill, 2004.
Finalmente, llegamos a From a basement on the hill, su último disco, publicado de forma póstuma, esta vez a través de Domino records. Es probablemente su disco más complejo, y desde luego, es mucho más oscuro que Figure 8. Por primera vez, nos encontramos un Elliott interesado en el ruido, en las posibilidades de la distorsión como elemento expresivo y estético. El disco se abre con "Coast to coast", un tema de rock bastante extenso en el que una guitarra eléctrica guía la voz de Elliott a través de una de esas progresiones de acordes de las que él es maestro para finalizar con una melodía de piano que se pierde en el ruido de dos voces superpuestas que hablan sin parar. Ese sonido ruidoso, violento, lo encontramos también en otros temas como "Don't go down" o "Shooting star", pero además hay hueco para una de sus mejores baladas (ahí tenemos "Twilight", con ese inicio sublime 'Hacía tiempo que no me reía tanto, será mejor que pare antes de que me eche a llorar'), la experimentación sonora ("Little one"), y dos temas inclasificables que a mí me parecen fundamentales en su discografía. El primero de ellos sería "King's crossing", un tema épico de cinco minutos cuya introducción prepara el terreno lentamente mediante una fantasmagórica progresión coral que se ve repentinamente interrumpida por una guitarra funeraria y la voz de Elliott entonando una de sus canciones más dolorosamente sinceras: 'No puedo prepararme más para la muerte de lo que ya lo he hecho' recita en un determinado momento. Canta en "King's crossing" sobre las drogas, sobre el rumbo tortuoso que siente que ha tomado su vida, sobre el negocio discográfico, sobre su propio monstruo interior, ese artista que busca desesperadamente saciar su hambre narcisista con halagos y premios a cualquier precio, ese vendedor de miserias; y sin embargo, siente miedo al final, canta 'este es el lugar donde el tiempo se invierte y los hombres muertos hablan con las hermosas enfermeras, los instrumentos brillan en una bandeja de plata, no dejes que se me lleven, no dejes que se me lleven, no dejes que se me lleven'. El otro tema que querría destacar es el que cierra el disco, "A distorted reality is now a necessity to be free", otra de esas melodías perfectas en la que cada instrumento juega un papel fundamental, todos dialogan entre sí para crear una experiencia extremadamente agradable de escuchar, todo esto puesto a disposición de un mensaje que es una llamada de auxilio, ese 'Brilla sobre mí, cariño, porque está lloviendo en mi corazón' que repite al final de la canción. El título de la canción se traduciría literalmente como 'Una realidad distorsionada es ahora una necesidad para ser libre'.
Elliott Smith junto a su banda Heatmiser, 1993.

En fin, en resumidas cuentas, con Elliott Smith estamos ante la obra de un genio en constante evolución, fiel a sí mismo pero siempre interesado en buscar nuevas formas de dar sentido a su música; y al mismo tiempo, estamos ante la lucha de un hombre para el que la existencia humana suponía una carga demasiado pesada. Sus canciones dan muestra de ambas cosas al mismo tiempo: de su talento y pasión por la música, de la felicidad que le debía de producir interpretar canciones; y de su batalla interna por encontrar la felicidad en un mundo nada amable. Su música es la huella que queda de su existencia, es la muestra de que Elliott Smith existió, fue un gran artista, y pudo encontrar la felicidad en la creación artística, y así es como debería ser recordado, debemos imaginar un Elliott Smith feliz.

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