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Elliott Smith fotografiado por Autumn de Wilde. |
Asistía
anoche a la presentación de Un fotógrafo
ciego, el nuevo poemario del escritor cartagenero Juan De Dios García; y
una de las ideas que se plantearon en dicho acto se quedó dando vueltas en mi
cabeza durante toda la noche: la idea de un nihilismo constructivo. Tal y como
yo lo entendí, el nihilismo constructivo sería una forma optimista de ver la
existencia humana tras la aceptación de la ausencia de un sentido que la
sustente (un dios), una visión vitalista basada en el amor al hombre y la
aceptación de la realidad inmediata. Esto se desarrollaría en el libro mediante
dos pilares, el mito de Sísifo visto desde una óptica optimista ('Hay que
imaginar a Sísifo feliz', que decía Camus en El mito de Sísifo), y el fotógrafo ciego, Evgen Bavcar, que
desarrolla su labor artística sin aspirar a poder verla jamás (y sin lamentarse
por ello). En fin, saco todo esto a colación ahora porque últimamente he estado
pensando en Elliott Smith, uno de los músicos más talentosos que he tenido el
placer de escuchar, y cuya visión de la existencia, ampliamente desarrollada en
sus canciones, se definiría como la opuesta a la que propone Juan De Dios:
Elliott Smith vivió en un nihilismo destructivo.
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El gráfico de Lisa. |
Dice
Lisa Simpson (sí) que la inteligencia es inversamente proporcional a la
felicidad. No sé si será cierto, probablemente no del todo, pero tiene su base
de verdad esa afirmación: más inteligencia permite percatarse de más,
comprender el mundo más allá de fantasías y supersticiones, y ante un mundo que
se va al garete, donde valores como la solidaridad y la empatía brillan por su
ausencia, parece difícil soportar el sufrimiento (aunque quizás haya una salida).
Elliott Smith tenía un don para la composición musical. Tan solo basta escuchar
la progresión de acordes de "Christian brothers", tema incluido en
uno de sus primeros discos, para percatarse de ello: con un equipo musical
totalmente rudimentario, es capaz de construir un sonido único, cargado de
emoción, infinitamente mejor que otras producciones con muchísimo más
presupuesto. Sentía pasión por la música, y en ella encontraba la vía para
expresar su sufrimiento existencial: el desencanto ante la imposibilidad de
establecer felizmente relaciones amorosas, que siempre acaban mal; el
desencanto ante un sistema capitalista que destruye al individuo, mercantilizándolo
todo; el desencanto ante la imposibilidad de escapar de una realidad
desagradable a través de las drogas, creando una mentira; el desencanto ante
sus propios errores y defectos, ante su fealdad, ante el problema mismo de su
tristeza, que se vuelve espiral; y también el desencanto ante el propio sentido
de su existencia como artista, se ve a sí mismo como un vendedor de miseria,
como una persona que se lucra comercializando su tristeza, y esto le hace despreciarse
a sí mismo.
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Elliott Smith tocando el piano. |
Teniendo
en cuenta esta carga inmensa de pesimismo, creo que no sería descabellado decir
que a Elliott la música fue lo que le salvó la vida, hasta que no fue
suficiente. Escuchando sus canciones, llenas de belleza, tan tristes en sus
letras pero tan hermosas en su forma, uno no puede dejar de pensar que Elliott,
cuando compone, es feliz. Que la posibilidad de expresar sus sentimientos de
una forma tan sublime, de transmitir una parte de su carga al oyente y además
poder hacerlo de una forma tan dulce, eso es lo que le impulsa a componer. En
un mundo donde la ética se halla totalmente pervertida, Elliott Smith encuentra
una salida en la dimensión estética de la existencia. Y ahí es donde reside el
valor de sus discos: la transformación del dolor en arte.
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Elliott Smith, Either/Or, 1997. |
Either/Or, el disco con el que saltó a
la fama, y cuyo título procede de una obra de Søren Kierkegaard que habla
precisamente sobre las dos dimensiones de la existencia, la ética y la
estética, supone la culminación de su primera etapa. En él se desarrolla un folk/pop
minimalista, canciones sustentadas únicamente por una guitarra, una batería y
la voz, poco más, cuya fuerza recae sobre todo en la melodía. Con los recursos
justos, logra firmar algunas de las mejores baladas de los últimos tiempos,
como "No name Nº 5" o, más especialmente, "Between the
bars", en cuya letra juega con las ambigüedades para construir un yo poético que bien podría ser una mujer
o bien la personificación del alcohol, que se dirige al propio Elliott en una
suerte de diálogo consigo mismo para pedirle que huyan juntos de todo aquello
que le atormente, de manera que se establece un paralelismo entre las drogas y
el amor y se plantean ambos como vías autodestructivas para escapar del dolor
de la realidad. Either/Or es un disco
hiperbreve, no dura mucho más de media hora, que concentra en su extensión un
material único, mimado hasta el último detalle, que solo podría ser obra de
alguien que pusiera toda su alma en lo que hace.
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Elliott Smith, XO, 1998. |
Tras
Either/Or llegaría Good Will Hunting, la película de Gus
Van Sant en cuya banda sonora Elliott participó con un tema, Miss Misery, que le llevaría a actuar en
la gala de los Oscar de ese año. Ni que decir tiene que juntar a Elliott Smith
con una gala de esa envergadura es algo así como meter una pastilla de mentos en una botella de coca-cola. Porque escuchando sus
canciones, es difícil creer que alguien como él pudiera perseguir la fama. Que
alguien como él pudiera soportarla. No me detendré mucho más en esto, escribí
un poema sobre este tema que podéis leer aquí. Sin embargo, es interesante
mencionarlo, porque este salto es el que le permitiría firmar un contrato con DreamWorks y producir XO, el disco que sucedería a Either/Or y donde encontramos un sonido
mucho más elaborado. Aquí hay arreglos orquestales, hemos salido del sótano de
Portland para entrar en un verdadero estudio de grabación, y este cambio
permite que el lenguaje musical de Elliott se enriquezca enormemente. Hay
grandes composiciones aquí, pero quisiera fijar mi vista ahora en dos que
parece que han pasado más o menos desapercibidas para el canon de su producción
y que a mí siempre me han parecido fascinantes. Una de ellas sería "Waltz
#1" (siempre se menciona el #2). La producción de este tema es única entre
todo lo que ha escrito Elliott Smith, el piano, la guitarra, la sección de
cuerda y los coros dialogan de un modo mágico, tremendamente evocador; es casi
como contemplar un cuadro de un paisaje nevado. La otra sería "I didn't
understand". El único instrumento que guía este tema es la voz de Elliott.
Un fondo de voces superpuestas construye el coro sobre el que se apoya la voz
principal para construir una canción fascinante. Es la primera vez que Elliott
hizo esto, y creo que también la última, y es especialmente interesante porque
este tema a capela da cuenta de su habilidad para componer arreglos corales, y
si tras haber escuchado esta canción se fija uno más en este aspecto del resto
de sus canciones, se dará cuenta de que es una constante en toda su discografía
a partir de XO, como veremos a
continuación.
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Elliott Smith, Figure 8, 2000. |
Tras
XO llegaría Figure 8, donde el lenguaje de Elliott sigue refinándose,
puliéndose. Es uno de sus discos más largos junto con From a basement on the hill, probablemente sea también el disco en
el que la huella de The beatles sea
más evidente, y también uno de los más alegres en cuanto a su instrumentación
(no en cuanto a su lírica). Con respecto a lo que decía antes de su dominio de
los coros, tendríamos aquí temas como "In the lost and found (Honky Bach)
/ The roost", "Stupidity tries", "Easy way out",
"Happiness / The gondola man" y, especialmente, "Pretty Mary
K", en los que la multiplicación de voces en diferentes tonalidades aporta
una emotividad caleidoscópica a la música. Es "Pretty Mary K" además
uno de los mejores y más intrigantes temas del disco, donde se repiten algunas
de las imágenes bélicas que aparecen a lo largo de Figure 8, quizás como símbolo de la lucha de la especie humana
(Elliott Smith situándose como observador externo de la miseria humana que le
rodea, sufriendo con horror todas estas imágenes, como quien ve las noticias en
televisión), creando un clima de desesperación, un soldado herido llama a
gritos a su amada, pero nadie la ha visto. Nos encontramos en Figure 8 un Elliott más psicodélico, quizás
más comprometido, pero sobre todo, maestro de un sonido complejo y refinado.
Demuestra aquí su sensibilidad y su valía, no solo como el tipo triste que
tocaba la guitarra en Either/Or, sino
como un maestro compositor e intérprete capaz de crear progresiones melódicas bastante
impresionantes a partir de una sencilla línea de piano repetida hasta la
saciedad a la que se le van añadiendo otras capas de sonido (la increíble
"Everything means nothing to me" y su tramo final); capaz de aportar
a la batería una nueva dimensión significativa, mucho más emocional que en
cualquier canción compuesta por él hasta entonces (estoy hablando aquí del
tramo final de "Can't make a sound", canción en la que la tensión va in crescendo hasta llegar al
clímax final, inigualable, uno de los mejores momentos de su carrera); en fin,
sobre todo es un Elliott que habla en música, que hace que cualquier sonido
suene tan natural y espontáneo como si nos estuviera hablando desde el corazón,
como si a través de la música pudiera mostrarnos lo que las palabras nos
ocultan, su amor a la vida. Cuanto más escucho este disco, más convencido estoy
de que mientras hacía música era feliz.
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Elliott Smith, From a basement on the hill, 2004. |
Finalmente,
llegamos a From a basement on the hill,
su último disco, publicado de forma póstuma, esta vez a través de Domino records. Es probablemente su
disco más complejo, y desde luego, es mucho más oscuro que Figure 8. Por primera vez, nos encontramos un Elliott interesado en
el ruido, en las posibilidades de la distorsión como elemento expresivo y
estético. El disco se abre con "Coast to coast", un tema de rock
bastante extenso en el que una guitarra eléctrica guía la voz de Elliott a
través de una de esas progresiones de acordes de las que él es maestro para
finalizar con una melodía de piano que se pierde en el ruido de dos voces
superpuestas que hablan sin parar. Ese sonido ruidoso, violento, lo encontramos
también en otros temas como "Don't go down" o "Shooting
star", pero además hay hueco para una de sus mejores baladas (ahí tenemos
"Twilight", con ese inicio sublime 'Hacía tiempo que no me reía
tanto, será mejor que pare antes de que me eche a llorar'), la experimentación sonora
("Little one"), y dos temas inclasificables que a mí me parecen
fundamentales en su discografía. El primero de ellos sería "King's
crossing", un tema épico de cinco minutos cuya introducción prepara el
terreno lentamente mediante una fantasmagórica progresión coral que se ve
repentinamente interrumpida por una guitarra funeraria y la voz de Elliott
entonando una de sus canciones más dolorosamente sinceras: 'No puedo prepararme
más para la muerte de lo que ya lo he hecho' recita en un determinado momento.
Canta en "King's crossing" sobre las drogas, sobre el rumbo tortuoso
que siente que ha tomado su vida, sobre el negocio discográfico, sobre su
propio monstruo interior, ese artista que busca desesperadamente saciar su
hambre narcisista con halagos y premios a cualquier precio, ese vendedor de
miserias; y sin embargo, siente miedo al final, canta 'este es el lugar donde
el tiempo se invierte y los hombres muertos hablan con las hermosas enfermeras,
los instrumentos brillan en una bandeja de plata, no dejes que se me lleven, no
dejes que se me lleven, no dejes que se me lleven'. El otro tema que querría
destacar es el que cierra el disco, "A distorted reality is now a necessity
to be free", otra de esas melodías perfectas en la que cada instrumento
juega un papel fundamental, todos dialogan entre sí para crear una experiencia
extremadamente agradable de escuchar, todo esto puesto a disposición de un
mensaje que es una llamada de auxilio, ese 'Brilla sobre mí, cariño, porque
está lloviendo en mi corazón' que repite al final de la canción. El título de
la canción se traduciría literalmente como 'Una realidad distorsionada es ahora
una necesidad para ser libre'.
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Elliott Smith junto a su banda Heatmiser, 1993. |
En
fin, en resumidas cuentas, con Elliott Smith estamos ante la obra de un genio
en constante evolución, fiel a sí mismo pero siempre interesado en buscar
nuevas formas de dar sentido a su música; y al mismo tiempo, estamos ante la
lucha de un hombre para el que la existencia humana suponía una carga demasiado
pesada. Sus canciones dan muestra de ambas cosas al mismo tiempo: de su talento
y pasión por la música, de la felicidad que le debía de producir interpretar
canciones; y de su batalla interna por encontrar la felicidad en un mundo nada
amable. Su música es la huella que queda de su existencia, es la muestra de que
Elliott Smith existió, fue un gran artista, y pudo encontrar la felicidad en la
creación artística, y así es como debería ser recordado, debemos imaginar un
Elliott Smith feliz.
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